MAI ISHIKAWA SUTTON. publicado el 17 de mayo de 2022 en https://hypha.coop/dripline/debate-over-dweb-vs-web3/
Lo que importa en este debate -en realidad, en cualquier debate sobre una tecnología- es quién la diseña, quién la controla y quién se beneficia.
Personas sentadas en el suelo bajo una red de cables Foto de Alina Grubnyak en Unsplash
Este artículo comenzó como un ejercicio para delinear la diferencia entre los términos “dWeb” (Web descentralizada) y “Web3” (Web 3.0). Parecía un ejercicio útil para desentrañar las comunidades que implícita o explícitamente apoyan estos términos. Pero cuanto más profundizaba en el tema, más me daba cuenta de que no era tan interesante en sí mismo.
El desacuerdo en torno a estas etiquetas y a lo que se incluye en el ámbito de cada una de ellas se siente como una distracción de lo que realmente se está negociando cuando la gente define y clama lealtad a dWeb o Web3. Lo que importa en esta discusión -en cualquier discusión sobre una tecnología en realidad- es quién la está diseñando, quién la controla y quién se beneficia.
Descifrar dWeb vs. Web3
Aunque no merezca la pena insistir en las definiciones, un buen punto de partida para esta investigación es ver quién utiliza dWeb frente a Web3 y lo que parecen significar para las personas. Así que, para establecer un contexto básico, vale la pena analizar un poco la jerga.
Empecemos por lo que los términos tienen en común: ambos apuntan a un cambio actual en las tecnologías en red en las que un cierto nivel de propiedad distribuida, control o gestión es fundamental para su funcionamiento. Quienes se asocian a estos movimientos defienden la autodeterminación de le usuarie sobre los datos y las normas que rigen sus plataformas. Al adoptar la “descentralización” como valor fundamental, la mayoría de los proyectos que abarcan los ecosistemas dWeb y Web3 se ocupan de cuestiones de propiedad compartida y gobernanza.
Estoy bastante segure de que la forma en que he descrito estos términos hasta ahora no sería tan polémica, pero donde la cosa se pone picante es cuando se empiezan a proyectar atributos éticos a estos movimientos. A pesar de sus similitudes, es innegable que los términos tienen ahora significados diferentes y sirven a propósitos distintos; tanto es así, que las personas son explícitas a la hora de apoyar o alejarse de proyectos asociados con una o ambas palabras.
Web3: una web inminente
Aunque lo popularizó Gavin Wood, cofundador de Ethereum y Polkadot, el término Web3 ya se utilizaba para describir una futura Web semántica, en la que todos los datos enlazados son legibles por máquinas, compartibles y reutilizables en toda la Web. Según la definición de “Web semántica” del World Wide Web Consortium, que entonces era sinónimo de “Web 3.0”, existían varios tipos de estándares web que harían posible este tipo de “Web de datos”, entre ellos Extensible Markup Language (XML) y Web Ontology Language (OWL).
Hoy en día, sin embargo, Web3 viene a significar algo más específico: protocolos y plataformas que implican blockchain y tecnologías de ledger distribuidas, incluidas las criptomonedas. A juzgar por algunas de las definiciones más extendidas, se ha convertido en un término de marketing para señalar que un proyecto forma parte de una nueva fase en la evolución de la Web (incluso el fundador de Twitter, Jack Dorsey, cree que es una palabra de moda). La propia palabra apunta a su temporalidad -es lo siguiente a “Web 2.0”- y es señal de que forma parte de un inevitable avance de la World Wide Web.
Al reflexionar sobre el término Web3, Evgeny Morozov señala que, aunque sus defensorxs lo evocan como una nueva fase revolucionaria de la web, rara vez (o nunca) abordan las cuestiones fundamentales de poder que hacían tóxica la antigua web. Escribe que muchos defensores de la Web3 se muestran contrarios a los proyectos de la “Web 2.0” por su control monopolístico de los datos de les usuaries. Sin embargo, a pesar de que la oferta principal de los productos Web3 es permitir a les usuaries finales ser propietaries de sus activos digitales, la mayoría no se compromete con la economía política subyacente que da forma fundamentalmente a las prioridades e incentivos de estas herramientas. Por un lado, Evgeny señala que muches de les inversores de capital riesgo que salivan ante la rentabilidad de las empresas Web3 son les mismes que financiaron y dieron forma a las empresas centralizadas más desastrosas de la “Web 2.0”.
Desde una postura menos crítica, Jay Graber, CEO de Bluesky, ofrece una elegante visión general de las fases de la historia de la Web, describiendo la Web 1.0, la Web 2.0 y la Web3 como “la Web alojada, la Web publicada y la Web firmada”, respectivamente. Este desglose resulta útil para contextualizar la actual oleada de ledgers criptográficos con timestamp, también conocidos como blockchain, dentro de la historia tecnológica de la Red. La definición de Jay de Web3 es notablemente más amplia de lo que se suele oír, remontándose a su definición original de Web semántica. Por lo tanto, no sólo incluye las cadenas de bloques, sino cualquier protocolo que sea “autocertificable”, incluidos protocolos antiguos como Git, PGP, BitTorrent, así como otros más recientes, como IPFS, Hypercore y Secure Scuttlebutt (SSB).
Jay no está diciendo que sea exclusivamente la nueva tecnología la que tiene el potencial de desbloquear la soberanía de le usuarie sobre los datos y la identidad, sino que también podemos fijarnos en protocolos más antiguos. Aunque la suya es una definición provocativa y prolija, me resultaría difícil afirmar que cualquier otra persona englobaría estos otros protocolos ajenos a la cadena de bloques bajo el paraguas de la Web3. Lo revelador, sin embargo, es que se trata de una definición puramente técnica, sin ninguna mención a las cuestiones organizativas o económicas que plagaron la “Web 2.0”.
Como señalaría Evgeny, ¿cuál es la narrativa en la que se inscribe todo esto? ¿Los problemas de la Red son puramente técnicos? ¿Si se descentralizan lo suficiente, solucionarán estas tecnologías todo lo que nos aqueja? Cuando nos centramos únicamente en las posibilidades técnicas disponibles en cada fase de la Web y las señalamos como sus defectos fatales, cometemos un grave error. Se da a entender que todo lo que tenemos que hacer para que esta nueva Web funcione a largo plazo es codificar nuestro camino hacia los sistemas adecuados. En lugar de eso, la verdadera cuestión es cómo diseñar esos sistemas para que reflejen la complejidad de las diversas interacciones y necesidades humanas en contextos distribuidos y mediados digitalmente.
captura de pantalla de búsquedas de términos en google
Esta es una captura de pantalla de una búsqueda en Google Trends de los términos que comparan Web3 (azul) y DWeb (rojo) realizada el 28 de abril de 2022.
dWeb: Una Web en evolución
Aunque el término “dWeb” sigue siendo uno de los sospechosos habituales en este espacio, ya no se utiliza tanto como palabra de moda de marketing. Para muches, se ha convertido más en un adjetivo general que en una palabra que describa un movimiento o un cambio importante en la evolución de la Web.
Uno de los defensores más ruidosos de este término es el Internet Archive, Archivo de Internet, que ha estado organizando eventos y debates sobre la Web Descentralizada desde 2016. En el ámbito de su trabajo de organización de la DWeb, el Internet Archive ha incluido todo tipo de proyecto tecnológico que esté descentralizado en toda la pila técnica, desde redes comunitarias, plataformas de redes sociales federadas, protocolos peer-to-peer, hasta incluso protocolos más antiguos y probados como el correo electrónico y los archivos torrent. Desde 2020, han redoblado el énfasis en los valores de su trabajo a través de los Principios DWeb.
Captura de pantalla de un tweet de nathan schnieder
Debo revelar que he sido une de les principales miembres del equipo de proyectos DWeb de Internet Archive durante los últimos tres años. Como parte de este trabajo, a través de un proceso de colaboración con varias docenas de partes interesadas, co-dirigí el proceso para definir los cinco principios generales: Tecnología para la Agencia Humana, Beneficios Distribuidos, Respeto Mutuo, Humanidad y Conciencia Ecológica. Nuestro objetivo era poner una estaca en el suelo y afirmar los valores de quienes construyen infraestructuras de red alternativas. En lugar de limitarnos a no estar centralizades, queríamos definir lo que defendíamos.
Aunque algunes han señalado que suena demasiado a dweeb, creo que “DWeb” es un paraguas increíblemente útil para organizarse. Parece atraer a gente que no sólo está interesada en construir una nueva Web (y muchas Webs) con ánimo de lucro, sino también para afrontar retos concretos, especialmente los que afrontan las comunidades más marginadas. Y aunque la gente cita las formas en que la Web solía ser más descentralizada, el término es temporalmente ambiguo. No tiene el bagaje de parecer una nueva fase, ni está bajo la amenaza de tener fecha de caducidad. Esto deja espacio para que el movimiento evolucione a medida que ganamos más aliades y construimos una red de solidaridad. Al llamarlo DWeb, nos recuerda que debemos seguir luchando con la cuestión de qué es lo que estamos descentralizando.
La descentralización como praxis
Demasiados proyectos Web3 autodefinidos -al menos los que implican tokenómica- han sido perjudiciales. O son estafas, o queman una cantidad grotesca de energía (particularmente los basados en Proof-of-Work), o requieren toneladas de uso de hardware (lo que lleva a un inmenso despilfarro).
Aún así, varias personas solidarias han escrito sobre el potencial de los protocolos criptográficos para diseñar nuevas instituciones cuando las actuales nos están fallando. Emmi Bevensee escribió un artículo reflexivo y lleno de matices sobre el rayo de esperanza que los proyectos de blockchain aportan al rediseño de los sistemas sociales. Nathan Schneider afirma explícitamente que “las criptomonedas son una herramienta para diseñar instituciones” y aboga por que los proyectos de criptomonedas incorporen buenas políticas en su código. Y Alice Yuan Zhang nos insta a comprometernos seriamente con los fallos de estas herramientas y preguntarnos a quién y qué estamos descentralizando:
La descentralización como praxis tiene sus raíces en la acción directa, que lucha por abolir la economía capitalista y las cadenas de suministro que codifican la opresión masiva en sistemas a gran escala con muches actores y una responsabilidad mínima.
Los protocolos basados en criptomonedas contienen un potencial de coordinación a gran escala sin precedentes, incluida la capacidad de monetizar colectivamente y compensar a las personas por su trabajo. Razón de más para no dejar que herramientas tan poderosas de coordinación masiva sean monopolizadas por quienes sólo quieren acumular riqueza o control.
Tenemos que enfrentarnos al hecho de que no es factible esperar que abordemos eficazmente los retos sistémicos basándonos en la buena voluntad y el voluntariado. Los proyectos que dan prioridad a los valores, los de código libre y abierto y los entre iguales tienen dificultades económicas. A menudo no compensan lo suficiente a sus colaboradores, si es que lo hacen. Demasiados de ellos se desvanecen cuando intentan recaudar dinero a través de subvenciones o esfuerzos de crowdfunding, mientras compiten con proyectos similares a los que se inyecta capital riesgo y cuyo único propósito fiduciario es obtener beneficios para sus accionistas.
Así que si tuviera que simplificar demasiado las ideologías de DWeb y Web3 como “orientadas a la justicia” y “orientadas al beneficio”, respectivamente, diría que estos movimientos tienen mucho que aprender el uno del otro.
Aunque Web3 está alineada con el capital riesgo, en este espacio hay una asombrosa cantidad de pensamiento y experimentación en torno a la gobernanza. Sea cual sea su motivación, los proyectos de blockchain han desatado la imaginación de la gente sobre lo que es posible cuando las personas poseen y controlan cosas juntas. Cuando el dinero es explícitamente parte de la ecuación, son capaces de pensar de forma más pragmática sobre cómo dirigir esos recursos y hacer que las cosas sucedan.
Open Collective es una empresa de software que proporciona herramientas financieras a grupos y comunidades para que gestionen sus finanzas de forma transparente y consensuada (Hypha es el anfitrión fiscal de la plataforma). Open Collective se ha mantenido fiel a su propósito, incluso cuando ha recibido capital riesgo para hacer crecer su proyecto. Ahora están estudiando cómo “salir a la comunidad”, es decir, cómo pasar de ser una empresa privada a ser propiedad de su comunidad de accionistas. A pesar de que sus herramientas no dependen de una cadena de bloques para coordinar los fondos entre las personas, Open Collective es posiblemente una de las plataformas de descentralización más exitosas que existen. Esto se debe a que han mantenido su compromiso de centrar su energía en descentralizar lo que más importa: el poder.
Construir herramientas nuevas y más brillantes a partir de las mismas condiciones políticas y económicas no hará nada para cambiar fundamentalmente el mundo. Pero la “descentralización” tampoco es un valor en sí mismo, y no basta con construir el tipo de redes tecnológicas que necesitamos para hacer frente a la intensificación de las crisis mundiales. La gente tiene que seguir debatiendo, configurando y remodelando los valores colectivos. Con esos valores en su núcleo, las comunidades con intereses comunes pueden coordinarlos colectivamente y encarnarlos, ante todo a través de cómo se gobiernan a sí mismas y se tratan entre sí. Al fin y al cabo, la Internet actual es un reflejo de valores compartidos; la cuestión es cómo integramos la justicia y el cuidado mutuo en las Webs venideras. En lugar de esperar que alguna tecnología nos salve, tenemos que organizarnos y salvarnos a nosotres mismes.
*Es probable que muchos proyectos de criptomonedas mantengan la apariencia de propiedad compartida a través de una gobernanza basada en tokens como medio para permanecer “suficientemente descentralizados”, lo que les permite mantenerse fuera de las garras de instituciones reguladoras como la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos.